ESTABA EQUIVOCADA CUANDO…
- Inspira Lirica
- 16 mar
- 5 Min. de lectura
Cuando pensaba que estaba bien casarse con quien sea con tal de que hubiera amor mutuo.
El amor es fundamental en la vida para todas las relaciones, pero aun siendo cristiana no había entendido la importancia de NO unirse a yugo desigual.
Creía que mi influencia en la vida de ese “futuro esposo” iba a ser suficiente para su renovación espiritual. (Puede ayudar, pero no depende de mí, sino del convencimiento del Espíritu Santo en esa persona, y de la misma persona teniendo la voluntad de cambiar y poniendo de su parte).
Confieso que me molestaba un poco el versículo de Pablo en la Biblia en 2 Corintios 6:14, que dice: “no os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas?”.
Creía que entendía esto, porque en mi mente bastaba con encontrar un amor recíproco. Pensaba “si hay amor, como podría ser un yugo desigual, si los dos están caminando hacia la misma dirección, ¿cómo podría esto significa ir en dirección contraria?”. Efectivamente, el amor es el cumplimiento de la ley de Dios (Romanos 13:10), y el amor cubre multitud de pecados (1 Pedro 4:8), pero la vida como la conocemos, y el camino hacia la puerta estrecha de la que habla Dios, que pocos son los que entran por ella, es un camino de mucha lucha espiritual; los demonios y Satanás andan buscando como matarnos espiritualmente y sacarnos del camino, quieren robarnos nuestra “corona”, buscan contaminar nuestras creencias, por medio de la tergiversación y doctrinas de engaño, y así atormentar nuestras vidas por causa de hacernos pecar. Ellos no pueden si nosotros no se los permitimos.
Siempre estuve a favor del respeto, la paciencia, la mansedumbre y la fidelidad en las relaciones, que son actitudes propias del Reino de los Cielos, y son frutos del Espíritu Santo; pero entonces, ¿puede una persona, sin ser bautizado/a en el Espíritu, tener todos estos frutos?, algunos podrían decir que sí, pero realmente esto reflejaría la “independencia” del ser humano de Dios, y es una verdad que “separados de Dios nada podemos hacer” (Juan 15:5), porque todo lo bueno viene de Él, y lo malo es la ausencia de Él, así como el color negro es la ausencia de luz.
Incluso hay yugo desigual en cristianos. Son cristianos novatos o que tienen años siendo creyentes, años escuchando el Evangelio, años asistiendo a las iglesias, etc., pero en su corazón no ha habido una completa renovación de su mente y espíritu; y si la hubo por un tiempo, la perdieron al separarse de Dios, al dejar entrar espíritus de amargura, y al cerrar su corazón por causa del dolor, el cansancio, el sufrimiento, los pecados, y la decepción. Es por esto que en Mateo 22:14, nos enseñan que “muchos son llamados, y pocos escogidos”. Son los que terminan dejando entrar doctrinas apostatas a su mente, y con ella se excusan o autoconvencen porque su carne se complace en el pecado, terminan siendo hipócritas. No han “circuncidado” el viejo yo. No han muerto a sí mismos, por ende Cristo no está, ni vive en ellos.
“Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, más vive Cristo en mí”. — Gálatas 2:20
Tener cierta madurez espiritual y casarte con alguien que no ha tenido un cambio de mente a la mentalidad de Cristo, sino que aún está al nivel de un bebe espiritual, puede desencadenar muchas peleas en la convivencia mutua por consecuencia de que la luz y las tinieblas no tienen comunión. ¡Pablo tenía razón, o mejor dicho, El Espíritu de Dios dentro de Pablo, tenía razón! Dios sabe más que nosotros obviamente porque fuimos creados por Él.
“Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos”. — Isaías 55:8-9
Hay cosas que tú ya entiendes que la otra persona no, y allí hay yugo desigual. El entendimiento en un don que viene de Dios, y muchas lecciones se aprenden cuando Dios te permite “pasar por el fuego”, y es por medio de la reflexión y revelación bíblica en tiempos de tribulaciones y sufrimiento, que somos capaces de ver lo que antes no veíamos, y entonces ser procesados lo suficiente como para ser transformados espiritualmente a la imagen de Cristo.
Entonces, para evitar desacuerdos y conflictos innecesarios, no te apresures en casarte hasta que veas genuina madurez espiritual y sobre todo obediencia a Dios en la otra persona también. ¡Y tú también debes ser así!, además de una correcta gestión de las emociones en situaciones de crisis o presión, y la capacidad de aceptar corrección, pues el que ama corrige, y no hay santidad sin corrección.
“El que ama la corrección ama la sabiduría; el que aborrece la reprensión es ignorante”. — Proverbios 12:1
“El principio de la sabiduría es el temor de Jehová; los insensatos desprecian la sabiduría y la enseñanza”. — Proverbios 1:7
“El temor de Jehová es aborrecer el mal; la soberbia y la arrogancia, el mal camino”. — Proverbios 8:13
“Respondió Jesús y le dijo: El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él”. — Juan 14:23
“Si me amáis, guardaréis mis mandamientos” — Juan 14:15
“Si alguno dice: «Yo conozco a Dios», pero no obedece sus mandamientos, miente y no dice la verdad” — 1 Juan 2:4
Por eso cuida con quien te relacionas, amigos, conocidos, compañeros del trabajo, familiares, y tu elección de pareja, y:
“No erréis; las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres”. — 1 Corintios 15:33.
Y no cometas el error de hacerle caso, “amar”, u obedecer a alguien, ni siquiera a ti mismo y a los deseos de tu carne que anhela el pecado, si al hacerlo desobedeces a Dios y a Su ley, porque:
“El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí. El que halla su vida, la perderá; y el que pierde su vida por causa de mí, la hallará”. — Mateo 10:37-39
Porque o se está con Dios, unido a Él, fieles, o se está en contra de Él, es decir, separados de Dios, infieles, haciéndole caso al corazón engañoso, a la naturaleza pecaminosa o a alguien más yendo en contra (yugo desigual), del Reino de Dios aquí en la tierra y a Su soberanía.
Recuerda: “No podéis beber la copa del Señor y la copa de los demonios; no podéis participar de la mesa del Señor y de la mesa de los demonios”. — 1 Corintios 10:21
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